Piso jardines mojados y frescos,
hollo hojarascas formando dibujos,
y entre los verdes y pardos terrenos
se atornasolan florales saludos.
Mis manos rozan las rosas del trecho
mientras respiro un dulzor semioculto,
dulzor fragante de vuelo secreto
que representa el balsámico influjo;
las rosaledas desvelan misterios,
misterios viejos, misterios profundos,
misterios llenos de arrobos y besos
que modelaron amores venustos.
Hay rosas blancas cual telas del cielo
que inmaculadas irradian tributos,
cuando las beso se azoran con tierno
color de aurora, sagrado, desnudo.
Hay rosas rubias cual tiaras de Helios
donde los rayos dan vagos rasguños,
y aquellas se abren en nimbos de fuego
mientras se aciegan mis ojos con gusto.
Hay rosas rojas de lúbrico aliento
con morbideces de estambres fecundos,
concupiscentes presentan por dentro
sus corazones de pólenes puros.
Y ante mis ojos llegado ya el véspero
se muestra el éter vestido de humo
¡truena y flechea!, ¡retumba violento!,
¡retumba y lanza puñales de embrujo!;
y aquellos talles de armónico efecto
tiemblan ahora en silentes murmullos.
Pablo Delgado
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