El día que yo escriba el último poema
en él no se leerá la palabra tristeza
ni tampoco dolor ni soledad,
ni muerte ni amargura.
No estará la palabra
mentira, ni sinónimos
como falacia, engaño o mala baba,
que todas vienen a decir lo mismo.
No hablaré de memoria ni recuerdos
salvo para evocar instantes dulces,
que la vida me ha dado más de los que merezco
y me los sigue dando cada día.
En mi último poema hablaré de sonrisas,
de abrazos y de amigos,
de latidos que tocan
el ritmo de los cuerpos que se aman.
Hablaré de la gente,
de esa gente magnífica que ríe
contra todo pronóstico,
y hasta le planta cara a la miseria.
En mi último poema
contaré que la vida me regala momentos
que merecen la pena, que merecen
matar todas las penas.
Eso sí, será el último, después...
perdonarán ustedes que no cuente
cómo cobro la cuenta a mi pasado
que tampoco hace falta contar todo.
Ana Montojo
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