Cuando cerré el paraguas
había dejado de llover
apenas unas horas antes.
Dejé de comer horas después
de que no sintiera hambre
Dejé de gritar después de dos días
escuchando susurros que lograron calmarme.
Dejé de correr meses después
de llegar a la meta que me había trazado
Dejé de pensarte mucho después
de que pintaras el mango de la puerta de mi casa
Volviste después, en el momento perfecto
de enviarte a buscar mi paraguas roto.
Manuela Ipiña
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