No me abandones cuando,
satisfecho el deseo,
tornemos a ser
dos almas en dos cuerpos.
Derrámate, cual lluvia generosa
e imprégname de ti,
y mírate en mis ojos,
no me dejes
esperando a que, otra vez,
la yesca encienda
y apagada de nuevo
me abandones.
No me dejes vagando
con mi sombra y la tuya,
buscando sin hallarlo
ese lugar
donde habitó tu aliento.
Charo Guarino
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