Era posible; ahora
resulta que podía ser feliz,
que lo que ya creía inalcanzable
estaba ahí,
muy cerca del dolor, de la negrura,
de ese cáncer malsano que envenena los días,
de las sonrisas muertas sin nacer,
del aire enrarecido de la casa.
Resulta que era simple,
solo necesitaba
retirar el visillo de las lágrimas
para encontrar la vida,
dejar de lamentarme,
de mirar para dentro, de lamerme
las heridas con tanta complacencia
y abrir de par en par la puerta a un tiempo nuevo.
Ana Montojo
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