El latido de los días sin ti
se vuelve braquicárdico.
El tiempo se adormece,
soporífero,
como secuestrado por una tarde
cualquiera de agosto,
y transcurre lento, pesado.
Los días se mueven
a ritmo de adagio,
las horas, arrastrándose.
Todos los colchones del mundo
hacen insomnes la mitad de las noches;
la otra mitad me dejo atrapar
por el vacío de tu falta,
que me engulle.
Me vencen las ganas de ti,
dejo de contar los pasos
que faltan para rozar tu piel
y juego a soñarte despierta
en mis manos.
Taquicardia de deseo,
de hambre y sed de tu boca,
de necesidad de tu abrazo.
Desde que eres en mí
soy arritmia de amor.
María Guivernau
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