martes, 20 de junio de 2017

LA VIRTUD DE LA NIEVE





Y ahora también la tarde

se vuelve nitidez, blancura inesperada

de la nieve, de ese constante vuelo

del invierno

que flota

en la virginidad del copo y de su ritmo.

Y recorre el paisaje,

como enjambre de insectos

delicados o efímeros tal vez,

sin alas ya ni sueños por venir,

pues todo se termina

en la aquietada faz horizontal del suelo

que ahora piso

como si por primera vez lo hubiera hollado.



Veo así tanta calma

que me tiemblan los ojos,

acaso ensimismados,

mirando

la aparente pureza del paisaje,

y la esperanza parte sin nostalgias

tras el pulso hechizado

de algún profundo hueco

que oculte su dolor en el olvido.



¡Qué amable coincidencia!

¡Qué grata la sorpresa en la jornada

mágica de albura

después de tantos días

de vencimiento apático y sombrío!



No duelen ya sus golpes

pues hoy la vida apresta sus deseos

con tanta gratitud

que quizás los presienta,

aunque tan sólo sea

con tímida prudencia.

Y se funde en las hojas, y en las hierbas

que duermen por espantar

el gélido suspiro de las nubes,

diosas grises del agua,

fecundadoras cíclicas del mundo

que comparto nuevamente

en el risueño afán,

enmudecido y blanco,

de esta tarde feliz que me despierta

mientras me alzo crecido en su esplendor.




Julian Borao





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