sábado, 3 de junio de 2017

QUE INEVITABLE EMPIEZA






Yo resistí la tormenta, Yo derroté mi exilio.

E.P



Arrojarse al mar para que el agua se purifique

sólo lo puede hacer un adolescente vestido

con un uniforme de colegio y en la cara



el espanto de haberlo visto todo

con los ojos abiertos y cerrados,

pero insiste, pero insiste porque



es capaz de soplar más fuerte que el viento

para apagar las velas de una torta que

no celebra ningún cumpleaños,



un pastel maldito, una verdadera delicia

para los amantes de las calorías

y las grasas saturadas, una



receta con la que nuestras madres se aseguran

de que vamos a chuparnos nuestros

dedos delante de nuestros



invitados: enamórense, por favor,

enamórense en nuestro nombre, hagan

realidad eso de que la belleza



será no me acuerdo cuál era el adjetivo

o no será: yo fallé pero lo reconozco

yo también tuve mis tardes en esa plaza



tirados sobre el pasto engendrando

una cuenta de hospital de la que

haríamos por supuesto a otros



responsables, sacudiendo los chalecos,

limpiándonos el pelo de esas huellas

del tiempo perdido, de los dientes



de león heredados incluso

en nuestras ropas interiores,

libérense de ese lastre que significa



graduarse de cualquier cosa

y por lo que más quieran en este mundo

traidor como ninguno de los otros mundos que



conozco: olvídense, olvídense y olvídense.

No importa que la ropa sea prestada

siempre y cuando uno sepa ponérsela,



más importante que llegar sin invitación

es identificar rápidamente al dueño de la casa

averiguar si es hincha o no de algún equipo



y en el caso de haber entrado al velorio equivocado

saludar a la viuda dependiendo de la edad y de cuantos

hijos tenga. El resto se aprende con los años,



las calles de la ciudad se convierten en un mapa

después de mucho haberlas recorrido

cargando con las bolsas del supermercado



y esos libros que no vas a leer ni tampoco necesitas,

para dormir hay que dejar que las ovejas entren

al corral como las palabras que vamos



aprendiendo para derrotar al exilio es imprescindible

una adolescencia que alimente los recuerdos

porque resistir la tormenta es una cosa



otra muy distinta meterse al mar

sabiendo que las olas son un muro

que no necesita obreros ni ladrillos



para formar una casa si estamos dentro

para ser un puente si quisiéramos cruzarlo

ya estaba allí antes de que nadie lo construyera

y seguirá cuando terminemos de derrumbarlo.




Cristián Gómez




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