Siempre te olvidas algo, los pendientes
donde te los quitaste, un collar
que ni recordarás haber traído,
un anillo, tal vez, o dos anillos
huyendo de tus dedos fugitivos;
a menudo te olvidas el tabaco,
por la premeditada obstinación
de no querer fumar cuando estás sola,
y el mechero también sobre la mesa;
siempre te olvidas algo cuando marchas,
un cinturón que, por decorativo, no te falta,
el paraguas también, por si la lluvia,
o las bragas al fondo de las sábanas.
Te olvidas ciertas cosas que no siempre
te son imprescindibles y un rastro de tu paso
se queda entre mis cosas
como por un azar diseminadas, quizás
como pretexto para poder volver;
mas yo, que no te olvido,
hago de esos olvidos permanencia
y encuentro en los objetos que te dejas
el regalo casual de tu sonrisa.
Julian Borao
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