(A mi hija de ocho años)
Te has quitado el jersey
con la premura del juego,
y no es así,
la prenda se queja
porque sus tripas quedan vueltas
y sus mangas del revés.
Ven, hay tiempo
¿Ves? Así se escapa
su olor, tu olor,
el lírico aroma de gorrión impaciente
que ha retenido de tus sueños.
Mientras miro que me miras
llevo a cabo el viejo ritual
de aderezar la ropa.
Desdoblarla y doblarla como un adulto.
Me veo reflejado en el espejo de la memoria
y soy tú, y yo mi madre,
dictándome con ternura severa
las pautas de la madurez.
Ensimismado, no detecto tu pícara huída
y nos quedamos mi madre y yo
contemplándonos en silencio.
Entonces me dice que es igual
si el jersey se enfada,
hay que bajarle los humos a la tela,
y sobre todo,
poner en marcha tu risa
con ganas de vivir
y otras cosquillas afines.
Tomeu Ripoll Moyá
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