sábado, 27 de octubre de 2012

LA ESTACIÓN DEL ANIVERSARIO





La primavera sonríe

con abejas presidiarias

entre sus dientes de león.



El otoño llora hojas

a los pies de la tristeza

con calor muerto de frío.



El invierno arropa

de blanca espuma

montañas que no tiemblan.



El verano gime en las playas

con carne roja incomprensible

y colores que escupen a los ojos.



Duele, por inevitable,

el ciclo abrupto de perder

al año conocido cada 31 de diciembre,

cada mamut lanudo irrecuperable

en su anunciada extinción,

y tener que llevar la cuenta

de sus hermanos fallecidos:

Un kilo más, menos pelo,

más arrugas, menos humor,

más cansancio, menos salud...

¡Por dios! Cuando cierre el balance

no habrá gafas que lo aclaren.

¿El saldo? y tanto, un saldo de rebajas,

tan pasado de moda que casi vuelve a estarlo.



Primarano, otovierno, inviera y veroño.

Así se llaman mis estaciones

y duran más que mis años

y menos que el sabor de tu boca,

más que el descuido de olvidarte

y menos que el hambre de tu voz...



Y se parecen tanto a tu nombre:

Otoviernoranoera...

Y se parecen tanto a mi pasión:

Inviranoprimaoño...

Y se parecen tanto a tu abrazo

que todas las estaciones son el espejo

de tu pecho, tu dicha, tu cielo y tus ojos.



Mestizaje de estaciones como fin de trayecto,

para recorrerte descalzo

y clavarse todas tus espinas,

y beberse tu hierba mojada,

y dormirse en tus bancos

con la lección aprendida

y el placer de olvidarla.



Soy tu vierono, tú, mi veravera...

Disculpa, voy a abrir,

otro aniversario llama a la puerta,

dice que se llama diecinueve,

pero yo sé que es otra estación.



Tomeu Ripoll Moyá





 

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