viernes, 5 de octubre de 2012
¡QUÉ TRISTEMENTE TRISTE!
¡Qué tristemente triste te despides!
Con esa lejanía tan cercana,
con esa gran distancia, todo tú, distancia,
afilando perlas de cristal en la mirada.
En la mirada mía depositas,
crisálidas pequeñas de agua y luna,
arrecifes de coral bajo las olas,
que recogen en su llanto las espumas.
¡Qué tristemente triste me deshojas!
Ebria de oscuridad, tiempo sin horas,
en esta noche descalza que te nombra
mientras voy sembrando de ti, toda tu sombra.
Toda tu sombra y tú, sois ya mi sombra,
somos sin ser la espina con la rosa,
rescoldos de una luz blanca y redonda,
que ayer moría en ti, de mi,
moría en mi, de ti,
con un nosotros en la boca.
En algún lugar quedaron los insomnes,
los pétalos de labios que lanzamos,
la eterna caricia, la ternura urgente,
los gemidos y el latir desenfrenado.
En algún lugar, cercano a un camposanto,
el viento y la hojarasca se han tendido
cubriéndose de escarcha tras un manto
de este gélido invierno, pálido y frío.
En algún lugar incierto del camino,
se tornó la palabra, desatino,
y ahora, tristemente triste está el delirio,
de no poder nombrarte y que me nombres,
simplemente amiga, dulcemente amigo.
Qué bello fue saberte en este aire,
qué bello conocer de tus designios,
qué bello fue inclinarse cada tarde
a ver caer tus ojos en los míos.
Qué bello fue arrancarte los recuerdos,
compartir el mapa del olvido,
renombrar estrellas en el cielo
y contar gotas de lluvia sobre el vidrio.
Un roto ha descosido los latidos,
dejó la costra abierta sobre el pecho,
dejó los huecos llenos de vacíos
y los vacíos llenos de silencio.
¡Qué tristemente triste es el olvido,
tan lleno de recuerdo y viceversa!
pero qué bello fue saberte en el delirio
de construir dos pasos…¡ en una misma huella!
Ángela C. Aranda
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