domingo, 7 de octubre de 2012

¡SILENCIO SE RUEDA!




A veces ocurre que la vida nos empala,
nos desmiembra, nos mastica,
nos engulle y nos vomita
y caemos al asfalto ¡respirando todavía!

Y el instinto se hace dueño
de las noches, de los días,
de las nubes que no cuelgan ya del cielo, no,
van creciendo de la tierra con su lluvia grisácea,
estalagmitas invertidas como cristales de hielo,
que se clavan en la desnudez de la herida
de unos pies descalzos e indefensos.

Y no hay soles porque el invierno es eterno.
Y no hay lagos, ni mares, ni océanos.
Solo arenas movedizas, opacadas,
por la sombra de lo incierto
y una espesa bruma que revierte en el pecho,
que asfixia en su raíz el pensamiento
y destierra la quimera de volver a ser dueños…

¿Dueños de qué?
Cuando somos un vacío
con forma de cuerpo.
Cuando el latido es un golpe
de un músculo yermo.
Cuando los ojos se rompen
en un grito ciego
y la mirada, miserable, nos muerde
vistiendo de escombro cada intento.
¿Dueños de qué?

A veces ocurre que la vida es un teatro,
sórdido y noctámbulo,
una comedia barata, una burla,
donde los sueños promiscuos,
se prostituyen con carátulas absurdas,
con un guión macabro, sin escena ni escenario
y se nos ríe en la cara, con sus tintes de locura,
y nos planta en la frente un cartel que reza:
¡Silencio, se rueda!¡Qué siga el espectáculo!



Ángela C. Aranda


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