viernes, 31 de mayo de 2013
Solo eso
Unos labios sin destino,
los tuyos...
que como amantes de la mano
bajo la lluvia mansa de París
paseen completamente empapados
por los Campos Elíseos de mi cuerpo.
Unos dedos trémulos,
los tuyos…
que como nazarenos por Sevilla
en noches de pasión
procesionen cargados de fe
por el dédalo de callejuelas
que es el casco antiguo de mi piel.
Unos ojos de bosque,
los tuyos…
que colmados de dulces otoños
como la misma miel
guarden apresadas todas mis miradas
en el ámbar de sus pupilas.
No es tanto lo que escribo
apenas todo lo conocido.
Todo lo tuyo,
toda tú.
Solo eso.
Tomás Soler Borja
jueves, 30 de mayo de 2013
Comulgo
Tu cuerpo,
alfa de la luz del deseo,
omega de toda sombra de hastío
es un templo gótico,
una blanca aguja guiando mis labios
en el viaje al séptimo cielo.
Ante el que yo,
pecador de un solo pecado
me postro lleno de fe
en la dulce penitencia
de rezar la oración primera.
Que me acoja la eternidad
en su cálido seno
si esa es la salvación prometida,
pues yo, feligrés de una sola iglesia,
con pasión comulgo
en el altar de tu amor sagrado.
Tomás Soler Borja
miércoles, 29 de mayo de 2013
Mi todo
M
I
T
O
D
O.
Tu cuerpo, tu bello cuerpo de seda y fuego,
hermoso cáliz colmado de deseo,
dulce néctar de amor y miel
es una copa en la que
mis labios,
mi boca
.
.
.
m
i
t
o
d
o
apagan su sed.
Tomás Soler Borja
martes, 28 de mayo de 2013
Itaca
Muéstrame con tus ojos
de promesas de sur
el regreso a Itaca,
la vuelta a casa
desde estas soledades pálidas
tan al norte de tu boca.
Muéstrame el camino
que desde esta fría Europa,
tierra de penumbras,
me acerque por ríos y desiertos,
valles y montañas
hasta el estrecho luminoso
que anticipa África,
continente madre de toda vida.
Muéstramelo ya,
sin demora,
con el fuego de tu amor
trazando el meridiano trémulo
que guíe mis ansias de viaje
por los derroteros del deseo.
Tomás Soler Borja
lunes, 27 de mayo de 2013
Letras
En la alquimia del sentimiento
transmutado en cuerpo
sobre el alambique del papel…
Uno, pobre nigromante de la lírica,
encerrado en la azotea del pensamiento,
preso entre tanta sinapsis,
pare letras desde el vientre frío
de un simple pedazo de madera
con alma de carbón.
Y éstas, insensatas todas ellas,
plúmbeas damas de lo oscuro,
nada más tocar la virginidad
de un lienzo en blanco,
de una inmaculada palidez
deseosa de ser mancillada
por la punta roma del afilado verso,
pasan a tener vida propia,
a respirar por si solas
en el Universo infinito de la poesía.
Tomás Soler Borja
domingo, 26 de mayo de 2013
Llovimos tanto que me ahogué
Hablamos tanto de la lluvia
que un trueno acabó atravesándome la garganta
y tuve que escapar.
Tu vida o tu corazón, me dijo alguien,
quiero pasar mi vida en el suyo, le dije yo,
pero eso no era posible,
era tan imposible como un amor platónico cumplido,
como tú y yo cumplidas,
como tú,
como pedirte que te quedaras después
o vinieras antes,
como mantenerte encendida
al otro lado de la calle
viéndote por la noche sin poder tocarte
y no consumirme en el esfuerzo
de querer tu imposibilidad
al lado de mi almohada,
como negarte a ti
y no negarme a mí en el intento,
como olvidar tu pelo,
como fingir que no estás
detrás de cada palabra que me perturba,
como pretender saber
no echarte de menos
y conseguirlo,
como asentir
creyendo que es cierto
eso de que es el frío
el que hace las ausencias más largas
cuando ahora la única que existe es la tuya
en medio de este incendio de cenizas.
Te acabas de ir
y tus ruidos ya se escuchan por las noches.
Era tan imposible
-tan
imposible
como
pedirte
que
te
quedaras
conmigo-.
La tormenta me sorprendió contigo atrapada en la mirada,
lanzando botellas al mar llenas de besos
que nunca llegaban, que se extraviaban, que se equivocaban de puerto,
que se rompían intentando llegar a mi boca
y confundían mis barcos y me llenaban de cristales los labios
que, pegados a la ventana,
congelados,
solo esperaban verte aparecer.
Y entonces un día me dejé vencer,
olvidé dónde buscarte,
comencé a despegar
tus nudillos de mis pulmones,
me eché la sal de tu sudor perdido
en los ojos,
prohibí tu olor en mis domingos
y escribí todos los antónimos
de tu nombre en mis ventrículos,
si no te olvido a ti
no les olvidaré a ellos,
y al final lo único que quedó
fue un miedo tan inmenso como inconfesable
y un deseo,
solo quería marcharme de ahí y dejar de esperarnos,
irme lejos, pensando que lejos es donde no estás,
sin darme cuenta de que donde realmente estás es en mí,
y que no te irás hasta que yo lo decida.
Pero empezaba a tener frío
y tú no venías a curármelo,
así que tuve que pedirte sin decírtelo
que me volvieras a dejar en tierra y siguieras con tu vuelo,
pero antes quise hablarte del cielo que te rodea,
de que cuando hablas realmente creo
que los relojes carecen de sentido
si no es para pararlos y escucharte un rato más
-solo un ratito más, lo juro-,
que tuve todos los continentes en mis bolsillos
después de tu abrazo
porque cuando tú respiras
el mundo, a veces, se paraliza,
y otras, en cambio, se tambalea,
pero eso es algo que solo entendemos
los que hemos visto a la poesía perder las comillas,
que tu risa astilla las penas
y que aunque nos encontráramos en medio de una guerra
que por no querer luchar terminamos perdiendo,
encontré la paz en tus maullidos,
y fuiste algo así como volver a casa
por primera vez
después de perder mil batallas en la espalda.
Quise decirte que mi papel
siempre se redujo a contemplarte desde lejos
y volverte tinta,
que pudimos
y aunque no fuimos
siempre seremos
-ojalá entiendas eso-,
que nos hicimos el amor
una noche que llovimos
y por eso te llevaré conmigo
siempre.
Que ojalá la huida
hubiera sido de tu cama a la mía,
que ojalá la lucha
se hubiera reducido a morderte las caderas
y no a este cansancio
lleno de ojeras mudas,
que ojalá volviera a verte
cada invierno de mi vida
y vieras que contigo nunca tuve prisa
porque conocerte es viajar y besar
dulce y lento
un día de invierno
llenas de frío por fuera
y de amor por dentro.
Y que ojalá sonrías
y no te culpes
ni te castigues:
tú cambias vidas,
pero no destinos.
Elvira Sastre Sanz
sábado, 25 de mayo de 2013
No sé si eres el amor de mi vida o mi mejor recurso poético
Un día cogí un bolígrafo
y un folio en sucio,
y estuve cien noches sin dormir
intentando encontrar esas palabras
que me rompieran por dentro
-y poder volver a nacer
una y otra vez-.
Otro día distinto
-o quizá era el mismo-
te conocí
y vi cómo los quinientos caballos de mi pecho
abrían los ojos,
como se abren las flores cuando sale el sol,
y mataban a mi calma inerte
en una estampida violenta.
Tengo un amor compartido
por dos personas
y las dos son tú,
y ninguna eres tú.
Una es inmortal,
me habla y juro que nunca he escuchado su voz,
se multiplica con la nostalgia
como si fuera una tormenta a punto de romper,
da bandazos a la tristeza
con unos ojos tan tristes
que convence a cualquiera de que la tristeza
es una virtud.
Ella solo se queda
lo que dura un poema.
Otra es finita y tangible,
con un cuerpo que comienza cada vez que termina
y un tacto
que no sé si es
nube,
sol
o vacío.
Se despeina cada vez que la beso
y cada vez que intento escribir
con ella delante
se abre de piernas y se traga mis palabras
-así que a mí solo me apetece
mandar a la mierda a la poesía
e ir a buscar mi silencio a sus orificios-.
Supongo
que una eres tú
cuando te vas,
y la otra eres tú
cuando te quedas.
Yo solo sé
que me paso las tardes de invierno
engañándote, amor,
que me paso las tardes de verano
engañándote, musa.
Que te quiero sobre la cama,
que te quiero sobre el papel.
Que si me dieran a elegir
entre el amor y la poesía,
la felicidad y la tristeza,
hacerte el amor y echarte de menos,
tu casa y mi cuarto,
tu sexo y el bolígrafo,
seguramente,
quizá,
probablemente,
os salvaría a las dos
y me suicidaría
en el próximo poema y en el próximo polvo.
Elvira Sastre Sanz
viernes, 24 de mayo de 2013
Y dormir a tu lado se convierte, entonces, en poesía
Caminas descalza
como si supieras de qué está hecho el mundo
y quisieras darle forma con la curva de tus pies,
bailándolo a tu antojo
como bailas mis días,
haciendo que al resto
se nos claven tus huellas
en lo que nos queda de ojos
después de mirarte,
y no podamos sino seguirte.
A veces sonríes,
y el mundo se abre con tu boca,
como cuando bostezas
y tiras por la borda
cualquier amago de abandonarte,
porque la paz está ahí,
entre tus dientes,
cuando me muerdes el corazón
y te lo tragas,
y yo respiro.
Me miras
noventa y nueve veces al día
como si yo fuera lo único que se interpusiera
entre la realidad y tus ojos,
me conviertes en tu filtro
y dices que a través de mí
el mundo se ve más bonito,
y son cien las veces que yo te miro de vuelta
preguntándome
qué diablos será eso que te convierte en cielo
y despeja mis tormentas,
que te hace sujetarme
cuando decido precipitarme
o dejarme la garganta
en mil silencios,
qué esconde mi boca
para que mientras me besas
solo pienses en el siguiente beso,
qué verás
en mi pelo alborotado al despertar
para que quieras acariciármelo así,
como si estuviera herido
y tú supieras exactamente
qué hacer
para salvarlo,
-preguntándome
qué diablos
tendré
para
ser
lo
único
que
ves
cuando
miras
al
mundo-.
Me masturbas el alma
a dos manos
-cómo no voy a creerme
que tus dedos
me esconden-,
me pones de espaldas
y te dejas
entera
dentro de mí
-así pasa ahora,
que te llevo a todas partes-,
te vuelves
algo así como un animal salvaje
pero tierno,
con esa lascivia
que dibuja tu boca
cuando tienes hambre,
te vuelves gigante
y me nombras,
y yo te digo
al oído
que voy a correrme contigo
hasta llegar al fin del mundo,
si es que eso existe
después de ti
-tú,
que lo único que tienes de final
es todo lo bonito
que viene después-,
y entonces
caigo rendida,
vencedora,
libre,
con el alma aun entre tus dedos,
desnuda,
palpitante,
viva,
en calma,
frágil,
repleta,
satisfecha,
completa,
sobre tu pecho,
y es entonces cuando entiendo
lo de soñar sin dormir.
Y me creo lluvia
y te duermo a besos.
Quién me iba a decir a mí
que ibas a llegar a mi corazón
entrando por la boca.
Conviertes las mil maneras
que existen de huir
en mil maneras de quedarse,
contigo.
Y dormir a tu lado
se convierte,
entonces,
en poesía.
Elvira Sastre Sanz
jueves, 23 de mayo de 2013
Sin orificio de salida
Esta mañana, al despertarme,
creí que llovía.
Luego abrí la ventana y no,
no era lluvia,
eras tú,
que te alejabas,
que ya no volabas,
que ya no estabas.
Y ya no pude volver a dormir.
Yo que siempre pensé
que besándote te hubiera convencido:
a ti de quererme,
a mí de no dispararte,
pero mil poemas tristes nunca fueron suficientes
para alguien que desprende primaveras
al abrir las alas,
ni siquiera versarte los labios cada mañana,
ni quitarte el frío de las manos,
ni cargarte a mi espalda
mientras me rompo el cuello intentando mirarte
-si supieras lo que echo de menos mirarte,
casi tanto
como a ti-,
ni ser el preludio de tu música,
es decir,
de tu risa,
no fue suficiente abrirte mi carne
para que la llenaras de la tuya
bloqueando cada esquina con el recuerdo de tu cara,
ni llamarnos de mil maneras diferentes
con el único propósito
de ser únicas
la una para la otra.
El mundo se dio cuenta
de que cada vez que venías
yo adelantaba las manillas del reloj
para ver si mi futuro llevaba tu nombre,
de que te robé todos los relojes
para que así no agotaras tu tiempo conmigo,
y destrozó mis horas,
el muy cabrón,
como quien aplasta lagrimales,
y yo miré suplicante a tus muñecas desnudas,
a la pared vacía,
a tus mañanas entre mantas sin horario,
pero la habitación se llenó
del jet-lag que sufren mis sueños
desde que abandonaron tu cama,
y todos los intentos de sostenernos fueron en vano,
de repente la vida pesaba demasiado
y tú eras más grande que la lluvia.
Y no fue suficiente para mí,
y tuve que deshacerme de los segundos que dejaban tus minutos.
Yo, que te llené de palabras,
me cansé de que las tuyas solo fueran de ida
y no pude evitar mirar la última página,
donde tu pelo ya no estaba.
Donde mis dedos ya no estaban.
Y leerte despacio
para engañar al reloj,
dejó de funcionar.
Y silenciar el temblor de mis manos
para que no te fueras,
solo hizo más ruido.
Eres tanto
que cualquier cosa que no sea tenerte al final del día
no resulta suficiente.
Y eso no es culpa de nadie.
Así que perdóname
por no conseguir
que fuéramos suficiente.
Por llenarte el cuerpo de adioses,
vestir mis dedos de balas
y dispararte
-aunque te lleve tan dentro
que dispararte a ti
sea como dispararme a mí,
pero sin orificio de salida-,
por empujarte hacia el abismo de mis labios
y suicidarte antes
de olerte,
por odiarte un poco
porque llueve
y no vas a aparecer,
porque mi reloj ahora solo me diga
que es hora de marcharme,
por sacarte de mis ojos
para poder dormir,
por quedarme
a ver cómo nos ponemos la ropa la una a la otra
sabiendo que no volveremos a desnudarnos,
y después irme.
Perdóname,
por no encontrar otra manera de salvarme
que no implicara abandonarte.
Y aunque esto sea un poema triste más,
tienes que saber
que hacerte el amor fue como empezar una frase,
y terminarla.
Abandonarnos ahora
es dejar inacabado el poema.
Pero recuérdalo,
una vez al día
te cambiaría por toda la poesía.
Elvira Sastre Sanz
miércoles, 22 de mayo de 2013
Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito
Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.
Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.
Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.
Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.
Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.
Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.
Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.
Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.
Elvira Sastre Sanz
martes, 21 de mayo de 2013
Madrid sin nosotras no es Madrid
He vuelto a casa
y me he dado cuenta
de que Madrid no merece su nombre
desde que tú no estás,
pero bueno,
tú ya sabes que es más fácil hablar de ausencias
que sufrirlas.
Está todo como lo dejaste
-menos tú-,
aunque el cielo de este infierno
sea demasiado blanco desde que no lo sobrevuelas,
y las noches anden medio perdidas
porque no sé cómo explicarles
que ahora toca echarte de menos,
y mis manos se pregunten
por qué te he cambiado por los poemas
-ellas siempre te prefirieron a ti-.
El invierno ha venido sin bufanda
a mi calle
y no puedo negar
que el frío sin ti es solo un parte meteorológico,
que si no las miras tú
las hojas de los árboles en vez de bailar
se marchitan,
que las semanas ahora
solo son un cúmulo de planes vacíos
en vez de viajes alrededor de ti.
Madrid sin nosotras
no es Madrid,
amor,
sólo es un burdo intento
de parecerse a cualquier cosa
sin conseguirlo.
Como cantar en voz baja
o besar con los ojos abiertos.
Elvira Sastre Sanz
lunes, 20 de mayo de 2013
La última primera vez
Nos dijimos tantas veces adiós
que despedirnos
significaba reinventar un reencuentro.
Era un precipicio con vistas al mar,
y yo me hice adicta a las alturas
desde que la contemplé precipitarse sobre mí
desde el punto más alto de un sueño.
Era una espalda magullada
que desprendía felicidad al desplegarse,
quizá por eso me adherí a ella:
era ese punto exacto de felicidad
que tiene la tristeza
y que nunca se encuentra.
Pero, entonces, ella.
La última primera vez que la vi
estaba de espaldas
-cómo no,
ella siempre por delante del mundo-,
y me tembló cada huella.
Se giró
y con ella mis palabras,
y nos abrazamos,
como se abraza un niño al peluche
que le salva cada noche de las pesadillas,
como se abraza un cuerpo llovido y frío
a otro que le espera lleno de mantas,
como se abraza al futuro quien ha perdido demasiado
a cambio de un poco,
como se abrazan dos almas cansadas
que solo necesitan que sus huesos choquen.
Estaba tan guapa,
tan guapa como la primera vez,
tan guapa como los finales tristes
que terminan con un beso,
como esas tormentas que te ahogan
si no te mojan,
tan guapa
como esas mujeres que
-por fortuna o por desgracia-
son para toda la vida.
Sueño tanto con ella
que verla es como seguir dormida.
Ella caminaba
y decía que los ayeres
nunca podrían convertirse en mañanas;
que cuando el reloj se rompe
de nada sirve darle cuerda;
que hay flores que duran un verano
porque la vida es así,
y de nada vale ahogarles en agua
si ya es invierno.
Yo la escuchaba
como se escuchan algunas canciones:
leyéndola.
Verbalizaba todos mis motivos
en cada sorbo de café
-a veces se ausentaba
y era entonces
cuando yo le deslizaba mis razones
sobre la mesa-.
Fue uno de esos momentos
en los que las palabras sobran.
Me explico:
cuando sabes el final de una película
y aún así vuelves a verla,
es cuando te fijas en los detalles que guarda.
Y yo solo quería mirarla,
una última primera vez más.
Porque,
pese a todo,
sonreía.
Sonreía taladrando mi mirada
con sus ojos tristes.
Y así hasta su adiós me parecía bonito.
Después,
devoramos cada migaja que dejamos
para no poder encontrar
el camino de vuelta a nosotras.
Pero, en medio del banquete,
le acaricié el pelo
y fue como tocar una nube:
nos caló los huesos.
La vi lloverse por dentro,
deshacerse hundida en mi hombro,
alcanzar mis latidos,
abandonar por un momento el camino
mirando mis ojos mirando su boca,
suplicarme que (no) la dejara ir,
respirarme el cuello
para coger aire,
estrecharme
como si aferrándonos así
pudiéramos salvarnos,
rendirse
de rodillas
ante todos los amores que no pueden ser
y sacrificarse
durante un instante
por ellos.
Estaba más bonita, más desnuda y más lluvia que nunca.
Cómo no iba a besarla.
Cómo no iba a deshacerme de todos los salvavidas
en su boca de agua
una última primera vez.
Al abrir los ojos
vislumbré su espalda vestida sin mis manos
-como la primera vez-
alejándose de otra vida,
zigzagueando entre su presente y mi futuro,
recogiendo flores arrancadas
para recordarse que no podríamos
volver a querernos,
con nuestra saliva aun latiendo en el corazón
y el silencio gritando
en su boca ya cerrada.
Hay cosas que no pueden terminarse
porque nunca han comenzado.
Elvira Sastre Sanz
domingo, 19 de mayo de 2013
Si al menos supieras
Si al menos supieras.
Dónde empieza el misterio.
De tu cuerpo perfecto.
Que mata.
Que arrastra.
Que empuja.
Que asalta.
Si al menos supiera yo.
Nada seguiría siendo
razonable.
Brenda López Soler
sábado, 18 de mayo de 2013
Mirarte
Mirarte.
Como quien mira la vida.
Bajo un techo de cristal.
Fuera de
toda sospecha.
Como una transparente
protección.
Tu sonrisa desde lejos.
Y saber donde terminan las
rosas.
Brenda López Soler
viernes, 17 de mayo de 2013
Y esa dignidad del aire
Y esa dignidad del aire
que te envuelve.
Me recuerda el vuelo de los
pájaros.
La elegancia del agua.
El silencio de las piedras.
Las tardes malvas.
Y todas las rosas.
Como si te defendieras de
mi.
Como si pudieras.
Brenda López Soler
jueves, 16 de mayo de 2013
Detrás de la palabra
Detrás de la palabra.
Del gesto contenido.
De la orilla y las flores.
De todos los adverbios.
Del grito.
De todas las noches y el
vino en los labios.
Solo tú.
Y todos los cristales.
Brenda López Soler
miércoles, 15 de mayo de 2013
Sofisticados gestos esperan
Sofisticados gestos esperan.
Traes la noche en las manos.
Para abrirla.
Pero no mires atrás.
No somos nada mas.
Que dos cuerpos que se
encuentran.
Definitivos.
Necesariamente iguales.
En este desconocimiento.
De la carne sin memoria.
Y tan distintos.
Y tan adultos.
Tan sin origen.
Como el grito tenaz de los
sentidos.
Brenda López Soler
martes, 14 de mayo de 2013
No es tan fácil
No es tan fácil.
Atraer la copa a mis labios.
Y que el vino se me quede.
Quieto y rojo.
Como sangre en la sonrisa.
No es tan fácil.
Verte beber.
Y no lamer despacio.
Roja la vida.
No.
No es tan fácil.
Brenda López Soler
lunes, 13 de mayo de 2013
Cuando sientas por mi agua o lluvia
Cuando sientas por mi agua o
lluvia.
Cuando sientas olas, árboles
o pájaros.
Cuando entiendas, acaso, los
puentes
que llevo en la memoria y el
deseo.
La profunda herida oculta.
La eterna glicinia y los
nenúfares.
Todos los arabescos
y la única puerta de la
justicia.
Las rojas torres, el jazmín
y todas las auroras.
Y te mires las manos y me
mires.
No hará falta que me
nombres.
No hará falta nada más.
Brenda López Soler
domingo, 12 de mayo de 2013
Odesa sin la sintaxis del otoño
Odesa sin la sintaxis del otoño:
-en bailarinas/
estranguladas-
y a quién le importan los profesores de literatura.
Debajo del mantel las sílabas con las que se puede jugar
a descomponer tus nombres,
para que no lleguen más correos desde Vladivostock.
O el pulso esta vez se me hiela
en le Baikal.
:Contracciones
al animal pálido y sonámbulo de una mujer
recién duchado
Sólo esperas encontrar en los periódicos un mechón de
cabello
dentro de una cajita
lacio y sin remordimientos
por este exilio, en lengua
alemana
José Gabarre
sábado, 11 de mayo de 2013
De qué Blanco se visten ahora las palomas
De qué Blanco se visten ahora las palomas
en su aprendizaje
del Ártico____.
Con el alambre de espino y
los insectos poblando
una nueva boca,
la
del profesor de literatura.
Abrir el cerco desde la cocina
y en la
nevera_____________
Stalingrado,
que compartimenta al soldado alemán___en
tronco, casco, brazos muñecas, cintura y pelo
hasta que por su espalda desaparece.
_________”odio la lengua de Hölderlin”.
Allí,
en el tanque ,
que nacido
nace,
ebrio
por la suave
carne eslava,_____
_______,”odio la lengua de Holderlin”
Todos los nombres de mujer que aparecen en la Biblia
deberían tener que
ver con la nieve –como los eslavos occidentales-
José Gabarre
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