viernes, 24 de mayo de 2013

Y dormir a tu lado se convierte, entonces, en poesía



Caminas descalza

como si supieras de qué está hecho el mundo

y quisieras darle forma con la curva de tus pies,

bailándolo a tu antojo

como bailas mis días,

haciendo que al resto

se nos claven tus huellas

en lo que nos queda de ojos

después de mirarte,

y no podamos sino seguirte.



A veces sonríes,

y el mundo se abre con tu boca,

como cuando bostezas

y tiras por la borda

cualquier amago de abandonarte,

porque la paz está ahí,

entre tus dientes,

cuando me muerdes el corazón

y te lo tragas,

y yo respiro.



Me miras

noventa y nueve veces al día

como si yo fuera lo único que se interpusiera

entre la realidad y tus ojos,

me conviertes en tu filtro

y dices que a través de mí

el mundo se ve más bonito,

y son cien las veces que yo te miro de vuelta

preguntándome

qué diablos será eso que te convierte en cielo

y despeja mis tormentas,

que te hace sujetarme

cuando decido precipitarme

o dejarme la garganta

en mil silencios,

qué esconde mi boca

para que mientras me besas

solo pienses en el siguiente beso,

qué verás

en mi pelo alborotado al despertar

para que quieras acariciármelo así,

como si estuviera herido

y tú supieras exactamente

qué hacer

para salvarlo,



-preguntándome

qué diablos

tendré

para

ser

lo

único

que

ves

cuando

miras

al

mundo-.



Me masturbas el alma

a dos manos

-cómo no voy a creerme

que tus dedos

me esconden-,

me pones de espaldas

y te dejas

entera

dentro de mí

-así pasa ahora,

que te llevo a todas partes-,

te vuelves

algo así como un animal salvaje

pero tierno,

con esa lascivia

que dibuja tu boca

cuando tienes hambre,

te vuelves gigante

y me nombras,

y yo te digo

al oído

que voy a correrme contigo

hasta llegar al fin del mundo,

si es que eso existe

después de ti

-tú,

que lo único que tienes de final

es todo lo bonito

que viene después-,

y entonces

caigo rendida,

vencedora,

libre,

con el alma aun entre tus dedos,

desnuda,

palpitante,

viva,

en calma,

frágil,

repleta,

satisfecha,

completa,

sobre tu pecho,

y es entonces cuando entiendo

lo de soñar sin dormir.


Y me creo lluvia

y te duermo a besos.


Quién me iba a decir a mí

que ibas a llegar a mi corazón

entrando por la boca.


Conviertes las mil maneras

que existen de huir

en mil maneras de quedarse,

contigo.

Y dormir a tu lado

se convierte,

entonces,

en poesía.



Elvira Sastre Sanz


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