sábado, 25 de mayo de 2013
No sé si eres el amor de mi vida o mi mejor recurso poético
Un día cogí un bolígrafo
y un folio en sucio,
y estuve cien noches sin dormir
intentando encontrar esas palabras
que me rompieran por dentro
-y poder volver a nacer
una y otra vez-.
Otro día distinto
-o quizá era el mismo-
te conocí
y vi cómo los quinientos caballos de mi pecho
abrían los ojos,
como se abren las flores cuando sale el sol,
y mataban a mi calma inerte
en una estampida violenta.
Tengo un amor compartido
por dos personas
y las dos son tú,
y ninguna eres tú.
Una es inmortal,
me habla y juro que nunca he escuchado su voz,
se multiplica con la nostalgia
como si fuera una tormenta a punto de romper,
da bandazos a la tristeza
con unos ojos tan tristes
que convence a cualquiera de que la tristeza
es una virtud.
Ella solo se queda
lo que dura un poema.
Otra es finita y tangible,
con un cuerpo que comienza cada vez que termina
y un tacto
que no sé si es
nube,
sol
o vacío.
Se despeina cada vez que la beso
y cada vez que intento escribir
con ella delante
se abre de piernas y se traga mis palabras
-así que a mí solo me apetece
mandar a la mierda a la poesía
e ir a buscar mi silencio a sus orificios-.
Supongo
que una eres tú
cuando te vas,
y la otra eres tú
cuando te quedas.
Yo solo sé
que me paso las tardes de invierno
engañándote, amor,
que me paso las tardes de verano
engañándote, musa.
Que te quiero sobre la cama,
que te quiero sobre el papel.
Que si me dieran a elegir
entre el amor y la poesía,
la felicidad y la tristeza,
hacerte el amor y echarte de menos,
tu casa y mi cuarto,
tu sexo y el bolígrafo,
seguramente,
quizá,
probablemente,
os salvaría a las dos
y me suicidaría
en el próximo poema y en el próximo polvo.
Elvira Sastre Sanz
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