Hoy vinieron los cuervos
grapados en carpetas del juzgado,
golpearon a la puerta -de la que me he escurrido-
por no ver cómo acaban con lo que no me queda.
Un bisturí de voz
-y en la cara una hiena-
llenaron expedientes
con números y barras
que, según ellos, soy.
De pronto fue un tío vivo mi cabeza
la rabia se hizo espuma entre los dientes
y no era el mar azul. Denostada gemí.
Un paso más que sola, no hubo abrazo
no escuché una palabra
y la música hundía.
¿Qué es, si algo tuviste, aquello que te queda?
Aferrada a mi cuerpo,
por delante del sol y sin lo puesto,
a contraluz de embargo, propia y blindada, voy.
Graciela Zarate
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