Voy a confesar que nunca fui libre.
Que después de haberte encontrado,
todo espacio quedó impregnado
de la necesidad que de ti tengo.
Que cada noche, viajas conmigo hasta el sendero
en que me pierdo
cuando mis ojos se duermen, buscándote.
Y cada día, despierto en la ansiedad y la osadía,
de lanzarme a las letras que hace tiempo, te trajeron.
Sólo para volver a leerlas.
Y encontrarte, en ellas.
Voy a confesar que me fui perdiendo
y más de un crimen he cometido.
Comencé matando a mi egoísmo.
Ese que me mantenía a la defensa de ti,
que me hacías feliz.
Lo arruiné a golpes de esperanza.
Por alcanzar la brasa
que ponía calor a mis madrugadas.
Seguí por mi mañana.
Dejé de interesarme en él, sólo para vivir el hoy.
A la espera de una nota cualquiera,
que me hablara de amor.
Terminé con la arrogancia de mi presencia.
Dándome cuenta que la urgencia
era mi única cómplice, necesaria.
Esa, que sabiendo de tu ausencia, te traía igual…
imaginaria.
Y me permitía sospecharte en una sonrisa, al hallarme.
En un dejo de simpatía, al escribir una palabra.
Ella, me hablaba de ahora y borraba las nostalgias.
Ella, sostenía la prisa, que me era necesaria…
y el ruego de mi plegaria:
cruzarte.
Compartir camino, aún sin conocerte.
Construir la magia… y alcanzarte.
Debo confesar…
que tu nombre me hace falta.
Marcela Peralta
No hay comentarios:
Publicar un comentario