Se apagaron los puentes
y todo se inundó de exilio, entonces
las iglesias fundaron sus corredores mudos
y la oscuridad entera sopló sus golondrinas.
Tú escuchabas la voz de los cordeles y el silencio
más puro,
la levedad que suena con la tarde falseando las fechas.
Pero ahora es invierno adentro de los ojos
y la paz corrosiva del silencio aguarda la memoria,
la ama, la transforma.
Aún lloras la palabra ilesa, su piedra o su cordura;
porque ni el rubor punzante del acero
ni el tibio despertar de las semillas
valieron el vientre de la madre.
Vuelves a caer desnudo a través de la noche
y abrazas cada límite.
Nada retorna
sólo el poema espera.
Sara Castelar
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