martes, 22 de febrero de 2011

No hay explicación






Las cosas –y la vida- nunca tienen
explicación posible. Por ejemplo,
no sabría explicarte
porqué, tras tanto tiempo, todavía
me viene ese recuerdo de tus labios
buscando mi saliva, ni tampoco
qué extraño mecanismo me hace ahora
sentir el mismo tacto que sentía
cuando andaba dibujando
en tu piel versos y cartas.

Estas cosas son –qué quieres que te diga-
lo mismo que el misterio
de tu risa que viene cada noche
a romperme los sueños. Como el aire
de tu paso al llegar, cuando no era
la vida más que la diferencia
de estar o no contigo y el mañana
una bola de nieve
que nunca pasaría del invierno.

Hoy que están mal las cosas
-lo dicen los periódicos-
y que busco refugio
en los días que fueron,
bendigo tu recuerdo que me hace
sentirme afortunado cuando miro
la soledad del hombre, la amargura
de un lunes, el dolor de la niebla
en el niño que espera
que suene el timbre del primer día de cole.

Hoy que veo la tristeza de la mujer del metro,
y me llega y me hiere la angustia de los otros,
no sé si recordarte como eras entonces
o dejar que la vida –y tú que eres la vida-
se me vaya escurriendo
entre los mismos dedos
que algún día lejano fueron dulce herramienta
para construir el mundo,
ese mundo que siempre nos vence y nos derrota..





Rodolfo Serrano


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