domingo, 27 de febrero de 2011

Pasión





“Entra en mí”, me decías,
la mirada perdida y anhelante.
La piel como si fuera un viento de verano.
El temblor de la carne,
la suavidad caliente de tu aliento
saliendo de los labios.

Era morir en ti, caer rendido,
sin implorar piedad, contra tus pechos.
La vida estaba lejos
y el mundo detenido entre tus piernas.
El placer no existía
más allá del sudor de nuestros cuerpos.

Éramos dioses inventando el paraíso
haciendo nuestros todos los pecados,
dibujando asteroides
en la noche más íntima y sagrada.
No había licor igual a la saliva
de tu boca diciéndome: “Te quiero
dentro de mí. Dámelo todo”.

Qué importa que los días nos deshagan
los cuerpos si ahora mismo
mis dedos te recuerdan y mi carne
revive cada instante, ese temblor
que me dejaba
prisionero de ti. Y en agonía.



Rodolfo Serrano


1 comentario:

SONIA FIDES dijo...

He estado toda la semana casi desconectada, primero por la presentación de Viscerales y después porque a veces me canso del aire de Madrid y necesito alimentarme de otros aires. Ahora ya de vuelta repaso los poemas que compartes de Rodolfo y me alegra mucho saber que tanto el como tú seguís manejando la ternura como nadie. La ternura ajena es casi siempre un seguro de vida para ese cinismo que cada día trepa y trepa a través de nuestro cuerpo.
Me alegra Rodolfo que estés aquí y me alegra Fernando que sigas queriendo lo mejor para tu blog.
Se nota porque después de Rodolfo llega Gsús Bonilla otro imprescindible para que el lector de poesía este bien alimentado.

Besos para mis dos tiernos favoritos.