Tuvo que llegar la lluvia
con su fardo de agüeros y su otoño
prematuro.
Tuvo que emerger el frío
desde el centro de la hoguera
para que añoraras el estío
y comprendieras al sol.
Ventana de hospital.
Cristales en los que la memoria
a gotas se va llegando.
Troncos de roble
a los que amarrarse fuerte
mientras huye la noche con su miedo.
Podría estar aquí acariciando una mano inerte,
y sin embargo,
tuvo que rozar la muerte tu mejilla
para comprender al sol.
Elisa Berna
viernes, 4 de febrero de 2011
TUVO QUE LLEGAR LA LLUVIA
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