Si se tratara sólo del latido,
membranoso y fugaz, de la carne y los huesos,
o la azarosa química
que se desata a causa de inciertos referentes
(recuerdos, quién sabe, de un padre o de una madre,
recuerdos pueriles de un niño de la infancia).
Si fueses el instinto que traje de una cueva,
don de hembras inquietas buscando un esposo,
o fueras el residuo de la naturaleza que busca procrear;
si fueras sólo, Amor,
un regalo sin magia que busca nuestras cópulas
para forjar futuros,
si sólo fueras eso y no el almíbar blanco
que se enciende en mis venas cada vez que lo miro.
Aunque eso sólo fueses, Eros,
y no las cien abejas que hormiguean en mi alma
cada vez que él me besa,
yo seguiría en el mundo haciendo sus caminos
con la esperanza cosida en los pliegues de mi falda
yo seguiría bebiendo el agua de las manos
que hicieron de este cuerpo mujer enamorada.
Idoia Arbillaga Guerrero
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