Antes de que se despierten,
el huésped procederá a esfumarse;
orinará sonriendo a la luna ruborizada,
se hará un hueco en su traje raído
y saldrá pitando
para materializarse en cualquier parte
donde aún sea permisible
seducir a las musarañas,
campar a las anchas del momento
y alardear de derrota
ante otra hoguera sitiada
por la imberbe prole del éxito.
Absorto en el contoneo obsceno e irrepetible
de las llamas con el viento,
aguardará paciente la inconsciencia
de sus anfitriones de paso,
se moverá con sigilo
y, a la primera escarcha,
nutrirá su cuerpo yermo
con las sobras del banquete
para afrontar,
como cada bendito día
desde que la razón
sucumbió al beso con lengua
del camino torcido,
un nuevo viaje tan baldío
como lleno de expectativas.
Emilio Losada
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