El anillo, que antes fue suyo. La lepra en el sentimiento, que lo descompone, como un alacrán corrupto que se nutre del hueso. La navaja-almendra, dulce pero afilada, también fue suya. Va rasgando mi bolso de mimbre, y su inocencia. El corazón de cristal violeta enredado a un dedo, un dedo que hoy señala al abismo del mar, ecos de ausencia. El pulmón líquido. La caverna de la madre, clausurada, asfixiada por la tierra roja. Los gemelos difuntos. Espectros cruzando el páramo, de noche, arropando la orfandad de mis miembros. Entonces, una mano suavísima me roza el alma. Ya estoy con ellos.
doia Arbillaga Guerrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario