relee la misma línea de texto decenas de veces
porque apareces constantemente en ella
aun sin que esté tu nombre escrito
y la concentración es imposible
tu persistencia insoportable
y cuando vuelve al principio
pronto se percata de que sigues allí
de la nueva intromisión
o más bien de que no te has ido
a veces se tapa los ojos
respira hondo
los abre de sopetón
y parece que no estás
pero cuando va a cantar victoria
tienes la osadía de aparecer sonriente tras alguna palabra
arrebatándole de nuevo el desahogo triunfal de la boca
su refugio era la lectura
hasta que te conoció
la lectura siempre fue el chamizo de granjero
en medio de la triste nada
al que correr a cobijarse
cuando estallaba la tormenta
y la ira
y sumergido en la lectura desaparecían los nombres
los malos tragos
y los ecos de los reproches
y leía hasta olvidarlo todo
chapoteaba sobre aquel papel mojado
de lluvia de nubes o de ojos
hasta no recordar ni quién era el que leía
su refugio era la lectura
pero tuvo la desgracia de dar contigo
y ahora se le ocurren multitud de estupideces
como ir a tu encuentro
postrarse ante tu engreída calavera
rogarte que te busques otra cabeza donde habitar
y cubrir llegado el caso tu apuesta
hasta se abandonaría a todo tipo de supersticiones
y de rituales absurdos
con tal de que de una santa vez
no vuelvas a los párrafos y a los versos
y que tu mutis sea categórico y definitivo
es preferible perder una biblioteca
en un incendio o por un exilio
que tu terrible insidia
y es que sus horas estarán contadas
si no cierra el capítulo
si no dejas de ser su estigma
y no vuelven a gritarle los libros
sólo los libros
Emilio Losada
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