Se espera de mí
la solidez de la roca
que es grada y peldaño,
que es puerto y es puente.
Que soporta y sostiene
el paso y el peso
del hijo del hombre.
Se espera de mí
la consistencia del agua
que hiende la piedra,
que es lluvia y remanso.
Que es furia y es sangre
en crecida violenta
y en sístole alterna.
De mí se espera
el odio preciso
y la rabia que embiste.
También la caricia,
el aliento y el hambre.
Se espera de mí
que disipe de sombras la tierra.
La raíz del árbol
y el acero del hacha,
se espera,
y el crujido del hueso.
Y el sudor de la carne
y el verbo que crea,
se espera,
y el brazo que puede
y la mano que prende.
Se espera de mí,
ante todo,
que no desfallezca.
David Yeste
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