Los dientes del silencio
muerden lo más profundo
de mi alma
y atraviesan
la muralla invisible de mi intimidad.
Los incisivos (sin incisos)
destruyen la paz recluida
bajo las piedras y la saliva.
Las raíces se aferran al mar
coronando de savia el olvido.
La tierra se hace tiempo
y el agua se torna nido.
El niño se retuerce de dolor
y para los ídolos,
ya,
llegó el otoño.
Los ventanucos encierran árboles
y sus rejas
los caminos de los sueños.
Las sombras
rompen lunas de pan en menguantes.
A la par,
las lágrimas recorren vidas
sembrando dolor sin alivio
y podredumbre sin luces.
Rafael Luna García
1 comentario:
Un poema muy bueno.
saludos
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