el aleteo de las alas de una mariposa se
puede sentir al otro lado del mundo
Proverbio chino
Viniste a desvelar mi sueño,
a combatir el frío con abrazos
cálidos y caricias de esas
que hacen que todo gire
y que las puntas de los dedos
se estremezcan mecidas por un escalofrío.
Y yo no supe qué decirte,
sólo pude clavar mis pupilas
en tus labios y dejarme arrastrar
por un deseo milenario de besarte.
Loco por descubrir tus entretelas
y por ser como el agua con purpurina
que te baña desnuda
apresuré mis manos sobre tus hombros
y entonces entendí el efecto mariposa
cuando antes de comenzar a batir
tus alas de ninfa del sexo
habías desencadenado un terremoto
en mis entrañas y ardía
como cien volcanes del Eón Arcaico.
Entonces ocurrió,
cayó el telón y tú yo nos quedamos detrás,
solos, sin miradas esquivas,
tú desnuda y yo con los ojos como platos,
con las manos como cascadas ardiendo
queriendo empezar en tus clavículas
la autopista hacia el cielo de tu cuerpo
sin importar cuántos peajes tuviera que pagar
y sin tener en cuenta las señales de límite de velocidad
o los controles de alcoholemia.
Y vi caballos en tu pelo, galopando sin freno
hasta desintegrarse en un torrente espeso
que bañaba tus pechos.
Me miraste y me dijiste:
“Ahora bajo a comprar un libro
para leerlo sin ropa en la alfombra
pero contigo.”
Y fuimos dos el tiempo que duró
el libro de Zafón, después hiciste la maleta
y metiste en ella mis anhelos
sin pensar siquiera que pudiera necesitarlos ahora.
Te he escrito varias cartas,
por si aún vives en aquella casa antigua
y por si tienes en alguna caja escondida
mis deseos y puedes devolvérmelos,
creo que voy a usarlos una de estas noches.
He pensado en aquella frase del libro que decía
que las casualidades son las cicatrices del destino.
Yo tuve el destino en mi cama una vez,
espero que al siguiente al que visites
se lo hagas entender antes, yo fui muy lento...
César Ulla
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