A esta hora.
Detenida en un sueño
incierto con nombre,
recuerda una calle inmóvil,
la hoja seca que responde
al sabor que anoche
quedaba en la encimera de la cocina.
La tierra obligada a morir en un segundo.
Tímidas frases que pronuncian sigilos.
Yo aquí, mirando,
mirando los charcos,
gritando como una rosa.
La piel muerta en tus manos,
La arcilla degollada por una espina.
Y la sangre coagulada en las entrañas
de un pequeño retiro.
Isabel Rezmo
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