Pronuncié otros muchos nombres
con mis labios, con mis dientes.
Lamí el sudor de todos ellos,
saboreé sus letras, una a una.
Nombrarlos fue insuficiente.
Los absorbí, los succioné,
dibujé su recorrido con aspereza.
Y aun así,
seguías escapándote entre sus trazos,
garabatos pueriles de tinta rancia.
Leí con mis manos sus braille,
bebí de sus Santos Griales,
los hice míos.
Pensándote, imaginándote en cada viaje,
tan discretamente que ni siquiera lo sabía.
Carolina Millán
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