Se agarraron y cruzaron en rojo la noche.
Se besaron y quedaron daltónicos los semáforos.
Se dejaron la piel
siendo objetos perdidos
el uno en las manos del otro
y ni siquiera la echaron en falta
hasta que por desgracia se vistieron.
Se ladraron y mordieron.
Se desearon y concedieron.
Se lamieron las líneas rectas,
se miraron a los ojos en las curvas.
Se mojaron y calaron las intenciones.
Se enfrentaron hasta empatar
y mancharon con arañazos las sabanas
de un hotel al que no volverían.
¿Y qué si eran una mala idea?
Hay resacas que bien valen una copa.
Amaia Barrena García
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