“Yo he aprendido en la noche el silencio de
ser. El silencio de no ser no se aprende.
Pero los dos se nombran en la noche”.
Roberto Juarroz
Es difícil navegar por mundos posibles que no van a misa en domingo,
cuando las puertas de la casa no se cierran en la noche
y los limones de las horas muertas me han llevado a cruzar la frontera
y quisiera amamantar a los hijos que no tengo.
Cuando sé que te ríes de toda sombra y te alumbras de un deseo que te abrasa en mi
ausencia, vivo como extranjera, emigrada de tu piel y avanzo entre horas que se mueren
de hambre.
Si a pesar de todo, las tardes avanzan igual y las noches caen sobre mí como vino añejo
que celebra en mis caderas toda vida.
Confieso que me posee indiscreto un baile que nunca para y que danza tan solo
con los ácaros y mi sombra, en este universo cobarde de todo viento olvidado.
Cuando sé que sabes que soy tuya y que tengo sin quererlo vocación de mariposa,
y así con este cuerpo, sigo por seguir danzando, pongo la música
y pongo en mis labios las fresas.
Danzo hasta caer rendida, entre mares de ácaros ocupas que campean por la estancia.
Ellos me han visto ruborizarme al recordar, me han visto sentirme hermosa,
hacerme agua entre tus manos, sobrevenir a tanta ausencia de pétalos.
Ellos me miran de frente y yo, que jamás los veo,
ingenua y esperanzada, ante ellos sigo mostrándome.
Teresa Ramos Rabasa
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