“Aquel de los muertos
al que le permitas acercarse a la sangre
ése te dirá algo veraz”.
Homero
La memoria tiene lagunas, olvida caras, nombres
y algunos rostros de la infancia y su óxido.
Es de limbo uterino y azul de agua.
Tu memoria es desconocida para mí y las venas
que le irrigan.
Es un continente y sus lluvias. Habita en lugares
secretamente insidiosos, inconfesables. A veces le sale el sol
de media noche y regala flores al futuro.
La memoria también guarda olores, campos de heno y lluvia,
los veranos y sus frutas. El olvido de la calle del orfanato
y la luz del afán desesperado que se mece en el agua.
La memoria nos pertenece y grita el espanto del vacío,
se hace manantial en la tarde seca y de sueños de hambre,
llena las manos rotas en las cimas con sus flores.
La memoria clarea los caminos de pueblos sucios de traición,
recupera los huesos del tiempo por venir y sus argumentos.
La memoria no es roja, ni es azul, solea estirpes y libera.
Teresa Ramos Rabasa
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