lunes, 8 de mayo de 2017

La memoria de las flores I





“Aquel de los muertos

al que le permitas acercarse a la sangre

ése te dirá algo veraz”.

Homero





La memoria tiene lagunas, olvida caras, nombres

y algunos rostros de la infancia y su óxido.



Es de limbo uterino y azul de agua.



Tu memoria es desconocida para mí y las venas

que le irrigan.



Es un continente y sus lluvias. Habita en lugares

secretamente insidiosos, inconfesables. A veces le sale el sol

de media noche y regala flores al futuro.



La memoria también guarda olores, campos de heno y lluvia,

los veranos y sus frutas. El olvido de la calle del orfanato

y la luz del afán desesperado que se mece en el agua.



La memoria nos pertenece y grita el espanto del vacío,

se hace manantial en la tarde seca y de sueños de hambre,

llena las manos rotas en las cimas con sus flores.



La memoria clarea los caminos de pueblos sucios de traición,

recupera los huesos del tiempo por venir y sus argumentos.

La memoria no es roja, ni es azul, solea estirpes y libera.



Teresa Ramos Rabasa



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