La gente en Madrid ha comenzado
a mirarse a la cara.
Lo noto porque vengo de una región
en donde no hacerlo
es una falta de respeto comparable
a defender a cualquier banco
en cualquier barrio de familias desahuciadas.
La gente ha comenzado a mirarse
como entendiendo que es un riesgo
asumible en los tiempos que corren,
que hacerlo no implica un descenso
en la confianza de los mercados
o una pérdida momentánea del concepto
madrileño de gran ciudad.
Vengo de una región en la que mirarse
a los ojos es como bañarse desnudo
en una playa acosada por planes urbanísticos,
como besar sin compromiso unos labios
que seguirán su camino con nuestra escarcha
impregnada en su dermis.
Vengo del extrarradio a cualquier epicentro,
y todas las miradas que se lanzan al vacío
guardan en su interior una semilla
que habrá de florecer en cualquier playa.
No importa que aquí las riberas estén secas
y que su agua sea sólo un hilo negro
de buitres destripando el progreso.
La gente en Madrid ha comenzado a mirarse
a la cara y yo, lo siento.
Alberto Caride
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