Dijiste algo sobre sexo tántrico
y vino a mi cabeza un David Beckham
corriéndose hacia dentro.
Nuestro comportamiento frente al televisor
mientras ponían un documental sobre
Amanecer Dorado
me recordó mucho a las protestas
de las Pussy Riot frente a múltiples
embajadas sin derechos humanos.
Hacía tiempo que no hacíamos el amor
como acto protesta,
como reivindicación de lo bello
frente a la vorágine del tiempo,
que todo lo contamina,
que todo lo corrompe.
Los diputados neonazis desfilaban por la pantalla
mientras nosotros buscábamos
completarnos de todas las formas posibles,
como si fuésemos piezas de lego
esperando encajar en las manos de un niño.
Formábamos castillos, montañas y puentes
por intuición, cambiando de estado
(tierra, agua, fuego y finalmente aire)
hasta que el parlamento griego estallaba
en múltiples protestas contra la corrupción
del mundo.
No pudimos arreglar la situación
con nuestro amor inocente,
con nuestro amor convertido en átomo
de hidrógeno,
pero debimos hacerlo bien,
porque las banderas comenzaron a ondear
en la plaza Sintagma mientras la gente
coreaban nuestros nombres en otro idioma.
Aún aturdido por los múltiples lenguajes
volví a recordar eso que dijiste sobre el sexo
tántrico y me alegré de no ser como Beckham.
Alberto Caride
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