El viento mueve las cortinas
y en su trasluz bailan
los contornos huidizos de tu cara.
Una melodía en la calle,
desierta como yo,
habla con tu misma cadencia.
La almohada retiene
un perfume que nunca tuvo:
el olor de tu recuerdo.
Yo en la boca aun conservo
el sabor del beso
que no nos dimos.
Un frío negro y viscoso me acecha,
afila sus largas uñas
agazapado en la soledad…
El reloj, inexorable, nos aleja.
¿Por qué no se detuvo
en aquel preciso momento…?
No estoy loco –le digo a mi ego-
solo imagino cosas.
Miguel Fernández de Córdoba
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