Universo de mi placer,
mujer real, tantas veces soñada:
En ingrávido vuelo desciendo
hacia el centro de tu alma.
Por todo horizonte, tu carmín,
por todo norte, otro carmín encendido,
estrella polar que palpita, anhelante,
esperando que llegue su aurora.
¡Aguarda, aguarda!
que el temblor no es de inquietud,
¡es la pasión quien mueve la hoja!
Déjame, que me detenga en tu playa
a recoger caracolas de suspiros.
Llevo un destino: el placer de la marea
que todo lo arrasa.
Aquí no hay trincheras,
a pecho descubierto voy,
luchando cuerpo a cuerpo,
palmo a palmo,
beso por beso, caricia por caricia,
en ardiente batalla tuya y mía
siempre ganada por los dos bandos.
Miguel Fernández de Córdoba
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