jueves, 31 de enero de 2013

Siesta





Te he dejado dormida
en el coche y me acerco hasta la orilla
con la mirada en llamas
de luz que de tus hombros
mana tironeada por los chopos

se oye el viento del agua
cuando abro la ventana y en la calle
hay hogueras y sube
un ruido de cacharros de cocina

que con el golpe sordo de los libros
de la guantera se confunde.


Ramiro Gairín

miércoles, 30 de enero de 2013

Guapa




 
A veces no nos queda más remedio
para mover las piernas que creer
que la vida se agarra a la belleza

a veces la belleza ordena todo
lo explica y nos permite ganar tiempo

a veces la belleza
resiste a los pijamas de hospital.

Ramiro Gairín

martes, 29 de enero de 2013

Y sin embargo somos los últimos de un clan





Y sin embargo somos los últimos de un clan. Guardianes de sus ritos.

         Utilizo el olor de tu cabello para cebar al tiempo. Huele tu pelo a nombre con enigma. Empapo en su perfume las sombras del domingo y el tiempo lo olisquea, afila sus diamantes y viene envuelto en polvo con afán de embestirnos. Derrama la semana laborable cegado por el vaho de la hierba en mis uñas, briznas recién cortadas que atascan la bañera.

         También cito a la piedra, también cito a la niebla, todo lo que no tiene que saber de nosotros. Embadurno mis manos en champú, en pez de tu desnudo. Acuden como ratas al canto de una flauta el cristal, los metales, las tormentas. Todo lo inerte danza en torno a ti. Todos los materiales te traspasan la piel, entran en combustión sin perturbarte.

         Estás creando vida. Cuando salgas del agua -cómo me gusta el ruido que haces al levantarte- se desparramará.


Ramiro Gairín

lunes, 28 de enero de 2013

A veces el invierno




A veces el invierno
vale la pena
por un tazón de caldo

una tarde afilada
por una frase hermosa
que meter en la cama

mi vida la daría
por parecerme
a quienes has perdido. 


Ramiro Gairín 


domingo, 27 de enero de 2013

Semana dedicada a Ramiro Gairín




DE PURA SOMBRA LLENO






Gáname por el gusto, dama de lejanía.
Úngeme con tu óleo, lávame con tu soplo.
Hazte toda de barro para unirte a mi escápula.
Baña en bálsamo el pliegue donde nadie me toca
y baja a devorarlo con tu hedionda fisura.
La carne no se basta, quiere luz, la más tinta,
el más enamorado de los encubrimientos.
Deja tu aplomo en mí, tu material abrazo
para que yo, en mi anillo, me ahogue sin protesta.
Es mi cuerpo planicie, contorno que desea
esa facilidad con que desciende tu hora
cuando es madura y alta y está a punto de ser;
es mi cuerpo lugar, por ello no me envisca
tu eclipse mejorado en negrura y quietud.
¿Hasta dónde, en qué plazo arribarías
franca y ardiente a mí, y me darías paso?
¿Cuánto estremecimiento, cuánto pánico
habría de preceder a tu opaco claror,
a tu mudo avenirte con mi conformidad?
Mientras me quede pulso no seré más que ascenso
a ti, sufrida aspiración sin eco.
No seré más que escombro, pormenor,
ascua, medida, brega, trazo en bruto, escasez.
Gáname por el gusto, tráeme tu victoria.
Dime Nadie, y alberga mi cabeza en tu seno.
Mis ojos están vueltos a lo que se separa.
Ocúpame la sombra, pues ya te di mi luz.



           Rafael Fombellida

sábado, 26 de enero de 2013

BLUES DEL HOMBRE MUERTO





           Un hombre muerto es sólo y nada menos
un hombre muerto. No te aflijas
por él, ni lo adolezcas.
Un hombre muerto es cada cual, mi padre
cerrado en su crepúsculo, Domingo
Eguren, salitrero de Calama,
levadura de fierros polvorientos;
es una momia al Noroeste, un indio
chachapoya guardado como breva
reseca en su puchero de cerámica.
Un hombre muerto sirve para todo.
Para colgarlo boca abajo
dejando ver sus calcetines grises
fuera de la pernera de tergal.
Para ungirlo de óleo o vestirlo con hábitos
de bufón palatino.
Sirve para entorchar
sus paramentos y tocar con astas
sus sienes de caudillo, para ponerle cuentas
de un rosario de jade en las falanges,
escupir en sus órbitas, horadarle la tibia
y silbar, siempre a espaldas de sus deudos,
algún compás de Dead Man’s Blues.
Sirve incluso
para llorarlo con sinceridad.
Después él vencerá, tenlo muy claro.
Un hombre muerto es pan para las moscas,
grano de cereal, onza de bien.
No se corroe; depura. No se evade; alimenta.
Bajo la tierra ríe como un dios.
Con la confianza que nos falta, ríe
en la seguridad de ser indiferente.
No te aflijas por él, no lo adolezcas.
Es peñasco, dureza, costra hundida,
moneda vieja en saco de estameña.
Sidéreo cascajo, mandíbula desierta.
Un hombre muerto es esto, y nada menos.
Nos sobrevivirá, pierde las dudas.



Rafael Fombellida

viernes, 25 de enero de 2013

WEEP NOT FOR ME, O LOVE…







Moriré a media tarde. Cuando toda
la lógica del mundo se mude en metafísica
y los carros de niebla preparen su atavío.
Moriré cuando nadie esté conmigo.
Unos pocos vehículos, detrás de la cortina,
como peces silentes harán comba
lo mismo que la aguja de un pick-up
sobre el mojado asfalto. Moriré
cuerdamente, sin santiguarme. Solo
se alejará este cuerpo como un leve sonido
y vivir no será más que ese instante
cuya esencia es dejar de ser en mí.
Desplegarán amantes sus campanas pluviales
debajo del neón de algún hotel
y un grumo de saliva hará distinto
el paralelo junto de sus labios.
Y el volcán de un limón estallará
sobre el encaje de las niñas rubias,
y volverá a caer en la desnuda escápula
un puñado de sal deslumbradora.        
            Moriré a media tarde, sin notarlo
y sin verme morir. Y tú estarás buscándome
en las cantinas y en los lazaretos
arruinada de lluvia, agotada de andar.
Y tú estarás buscando la llave de mi puerta,
la ingle de los ángeles, una copa labrada.
Cuanto había prometido y ya no podré darte,
cuanto yo te debía y nadie saldará.
Me moriré tranquilo, invisible, a media tarde.
Descalzo por la arena de la hora
que no ha de rebasarse nunca más.
Y me iré despoblando, tercamente rendido,
aquilatado en forma, misérrimo de fe.
Con oídos atentos al rodar de los autos,
la onda funeral que me abrirá camino.



Rafael Fombellida

jueves, 24 de enero de 2013

HUIR ALLÁ





¿Adónde ir? Muy poco decoroso
es el motel que nos asila.
Bajo su rótulo, un chorro deshelado
ha formado un cerquillo en la nieve disuelta.
Hay modelos antiguos de grandes automóviles,
tras un vidrio sin lustre se encorva una mujer.
No sé si llegaremos a la edad que le ultraja.
Añoro una cabaña de cañizo y adobe
reseco con un fuego en su interior;
añoro estar desnudo ante la lejanía
como un caudillo bárbaro en su tienda de fieltro.
Añoro alzar un ídolo a la caza o la lluvia
con sus armas, sus cueros, con su enervado falo;
añoro una tendencia criminal, un destino
que pudiera escribirse con palabras mayores,
“conspiración”, “estupro”, “contrabando”.
Lo hemos vendido todo por un único brillo,
la moneda de níquel de esta noche de nieve.
Qué modesto es vivir, y qué poco se precia.
Me miras con los ojos de la debilidad
y me besas cianótica como un muerto por cólera.
Toma mis hombros y húndete con ellos,
la noche pide un gas que no está en el servicio.
Con hermetismo igual al que cohesiona
los huesos de tu cráneo, cierra la habitación.
El mundo es un puñado de nieve y rodaduras,
            una ventana ciega, un lugar sin hogar


         

           Rafael Fombellida

miércoles, 23 de enero de 2013

CONTRACUERPO





Parezco un Lucian Freud, me dices abatida.
Y qué esperas de mí, te contradigo.
Intolerante veo que despides tu rabia
hacia estragos que empiezan a ser graves.
“Hace poco tenías un culo de discóbolo…”;
me miro en el espejo, y soy un Lucian Freud.
¿Mas para qué ofenderme, si es verdad?
Enseña a ser humilde la desfiguración,
la estría, el flato, el rojo de los pómulos,
el vello en donde asoma un miembro recogido.
Por fortuna no tengo la cara de esos necios
que pinta Lucian Freud; su modelo australiano,
las fulanas obesas de Glasgow, del East End.
Soy un poco más digno, creo yo,
y tú sólo lo dices por herir.
Pero empiezo a sentirme una mole dramática,
torpe, lenta, aprensiva, desgraciada,
y cuando entro en el baño ya no quiero tentarme.
Yo soy la solitud, el cuerpo depreciado,
el desnudo infeliz que araña la tortura,
el muslo rosa, la ingle enroñecida.
Mas no lo digas nunca. O estarás obligada
a quedarte esperando ante la puerta
por si saliera el agua tintada de carmín.



 Rafael Fombellida

martes, 22 de enero de 2013

GEÓRGICA




Hermoso es aguardar su acometida.
Excitante escucharlos hociqueando
junto a los cobertizos y las cuadras,
entre el pastoso aliento del ganado.
Buscan algo de mí que no comprenden,
que enardece su sangre, y que poseo.
Cuántas veces quisiera acariciarlos,
hablarles en mi lengua, cobijar
esa mirada turbia malnacida
y entregarles la mano a su placer.
Pero los dejo huir y, amaneciendo,
el peligro se extingue con el astro
que trae prudencia y orden al presente.
Sin bravura sucumbo a la constancia
y me mancho las ropas con estiércol,
escribo algunas cartas, o me aburro.
Espero que esta noche me hagan daño,
que su instinto ajusticie mis insomnios
y, ardiéndoles la sien, me despedacen.
Ya los veo rasgar su emboscadura,
los siento traspasar las alambradas.
Leales no como hombres, como bestias,
los lobos rondarán mi intimidad.



Rafael Fombellida







lunes, 21 de enero de 2013

MATINAL DE DOMINGO



Blessed are the dead that the rain falls on.
FRANCIS SCOTT FITZGERALD

Un día estaré muerto y no sé bien
si entraré en esta tumba en donde hay tantos.
El último, mi padre. No cabían las asas
y hubo que romperlas y ponerlas encima
de su ataúd. Eran las portezuelas
de ese cielo en que crees, en que él creía.
De los otros que hay dentro piensa que
unos se detestaban entre sí,
otros se malquerían simplemente,
que mi abuela fue tierna, pero su tío, abyecto.
La muerte de mi padre obró el milagro:
la familia está unida al fondo de este nicho
revuelta en una bolsa de plástico celeste
que algún sepulturero cerró mientras silbaba.
Yo diseñé la labra de su lápida
y le mandé grabar nombre y dos fechas.
Ya sabes, entre ellas, los días fueron suyos.
Los otros escribí con letra más pequeña.
Benditos sean todos cuando la lluvia roce
el alero de tejas saledizas
y gotee sobre el guijo que pisamos.
Permite ahora que bruña con mi paño el granito
y deje, arrodillado, mi lámpara de aceite,
porque en cuanto me pueda levantar,
de seguro tendrás que sostenerme.



Rafael Fombellida




domingo, 20 de enero de 2013

Semana dedicada a Rafael Fombellida




Por la mañana los cocodrilos acuden a funerales




Por la mañana los cocodrilos acuden a funerales
con gafas de membrillo;
con ámbar y sol acuden por la mañana.
Por la tarde los babuinos presentan sus escritos
e insatisfechos por el acto vuelven a mostrar,
como en un acto de sumisión, sus rosadas posaderas.
Se golpean en los callos con estilográficas fosforito
y se firman en la espalda:
Te amaré por siempre ¡Oh, gran jefe de los simios!


Francisco Javier Sanz

sábado, 19 de enero de 2013

La cursiva es mía, el subrayado también.



La cursiva es mía, el subrayado también.
Como una novia en el día de su boda,
como un globo que en un rincón petardea al final de una fiesta.
Soy el grito de Munch frente al espejo multiplicado
con las manos penetradas en la edad de la locura.
No soy ese, soy el otro:
El que agarra la teta en la foto.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Ocupo la portada de los periódicos, pero no digo nada.
“Hola a todos: soy el solitario, que acaba de atracar otro banco.”
Sirvo, pero no me sirvo. Me embebo en zapatillas de noche
con muñequitos divertidos.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Les llevo los títulos más sólidos: dos inmigrantes en una caja,
la puta del barrio, la calle hecha una mierda, compresas manchadas por el suelo,
conejos oreándose colgados en las alambradas.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Ya no me levanto de la cama cuando lloran.
Los oigo en medio de la noche, me abro paso entre ellos a patadas.
Y es que la cursiva es mía, pero el subrayado también.



Francisco Javier Sanz

viernes, 18 de enero de 2013

Un hombre que contempla pájaros



Un hombre que contempla pájaros
es un hombre que abandona sus brazos y levanta el vuelo,
es un hombre pájaro que espanta los espantos.
Cuando un hombre contempla un pájaro
en sus ojos se refleja el arco iris de una libertad grande,
la armonía del vuelo bien proporcionado,
la proporción exacta de una danza sin ataduras,
y todo el silencio del mundo le pertenece
como le pertenecen los pasos más hermosos.
Me fío de un hombre que contempla pájaros
porque sé que llora cuando mueren
y es capaz de perdonar a Dios por haberle hecho humano.
Un hombre que tiene la cabeza a pájaros invita a ser amado
porque busca en el aire algo cargado de emoción que le han robado
y siente la vida de lo que en verdad está vivo.
Un hombre que mira pájaros tiene todo el tiempo y el oro del mundo.
Ha terminado sus quehaceres y ha recuperado la dignidad de ser hombre.
Una corriente le impulsa y lleva en su pico el insulto del mundo,
un insulto que le defiende de los tirachinas de la cordura,
del cálculo exacto, de la hora postergada para nada.
Un hombre que contempla pájaros tiene abierto su corazón
y ahí anidan todas las aves, los músculos heridos, las alas rotas,
los picos marchitos, las plumas perdidas entre perdigonadas.
Un hombre que besa a un pájaro entrega en ese instante todo lo que es y ha sido
y envuelve en un guante el guiño agrio y la amargura de la tierra.
Un hombre lleno de pájaros sabe al dulce trino de la hora acordada,
a jaula abierta y a trigo limpio que no planea.



Francisco Javier Sanz

jueves, 17 de enero de 2013

Aves alabeadas en la corriente de humedades infinitas



Aves alabeadas en la corriente de humedades infinitas


Ameriza una estrella en medio de la noche,
gruyen las palmas, cuchichían las zarigüellas en los albaricoqueros del estío.
Mi boca se torna bocado y en drupa de surcos
recorre otra pista como un dromedario crucificado.
He dicho: amerizan las ramas, los frutos de la palma
besan en el agua tibia unos pies doloridos,
una honda que gravita en barrotes condenados a ser celda
o monja de clausura en el embozo de las sábanas.
Dos ojos amenizan la velada con movimientos trastabillados.
Palmotean de contento los elefantes marinos,
nuevas fuerzas impregnadas de grasa,
los desplazamientos del óleo, las torres inclinadas,
la crianza de los patos lacerados a vuela pluma.
Es la hora iluminada: un flamenco abre fuego y saltan clamores en la ventisca.
Vivaquear otra noche más en el claroscuro de los tornados,
perdidos sin huellas de lo común aquí presente.
Han enviado equipos de rescate para traer lo que queda del silencio de la noche:
la mar estrellada, una tabla de surf…
Gente contratada renueva la arena, se entregan con apremio…
El beso de una marina iluminada invita a otra copa en grata compañía:
una cucaracha baila claqué ante una luciérnaga alucinada.



Francisco Javier Sanz

miércoles, 16 de enero de 2013

Balada del tigre marica



Todo lo que me queda es una piel de tigre
ahora agrietada y llena de ácaros,
un cubrecama que reproduce formas de león.
Una familia de payasos aprovecha el serrín
y el barro de los días para asearse y orinar en mi jaula.
Me dejan un huevo frito de plástico y una mosca.
El circo siempre me pareció un lugar triste,
triste como un día de resaca.
El león descansa tumbado a la sombra de un boxeador algo sonado,
intercambia pareceres con los hijos de la lepra.
Me saca la lengua como un cucharón de agua dulce,
una apnea infestada de garrapatas que se ensañan con su ojo izquierdo.
Doy vueltas de un lado para otro de la habitación
y todo lo que me queda es una piel de tigre.



Francisco Javier Sanz