Y sin embargo
somos los últimos de un clan. Guardianes de sus ritos.
Utilizo el olor de tu cabello para
cebar al tiempo. Huele tu pelo a nombre con enigma. Empapo en su perfume las
sombras del domingo y el tiempo lo olisquea, afila sus diamantes y viene envuelto
en polvo con afán de embestirnos. Derrama la semana laborable cegado por el
vaho de la hierba en mis uñas, briznas recién cortadas que atascan la bañera.
También cito a la piedra, también cito
a la niebla, todo lo que no tiene que saber de nosotros. Embadurno mis manos en
champú, en pez de tu desnudo. Acuden como ratas al canto de una flauta el
cristal, los metales, las tormentas. Todo lo inerte danza en torno a ti. Todos
los materiales te traspasan la piel, entran en combustión sin perturbarte.
Estás creando vida. Cuando salgas del
agua -cómo me gusta el ruido que haces al levantarte- se desparramará.
Ramiro Gairín
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