miércoles, 23 de enero de 2013

CONTRACUERPO





Parezco un Lucian Freud, me dices abatida.
Y qué esperas de mí, te contradigo.
Intolerante veo que despides tu rabia
hacia estragos que empiezan a ser graves.
“Hace poco tenías un culo de discóbolo…”;
me miro en el espejo, y soy un Lucian Freud.
¿Mas para qué ofenderme, si es verdad?
Enseña a ser humilde la desfiguración,
la estría, el flato, el rojo de los pómulos,
el vello en donde asoma un miembro recogido.
Por fortuna no tengo la cara de esos necios
que pinta Lucian Freud; su modelo australiano,
las fulanas obesas de Glasgow, del East End.
Soy un poco más digno, creo yo,
y tú sólo lo dices por herir.
Pero empiezo a sentirme una mole dramática,
torpe, lenta, aprensiva, desgraciada,
y cuando entro en el baño ya no quiero tentarme.
Yo soy la solitud, el cuerpo depreciado,
el desnudo infeliz que araña la tortura,
el muslo rosa, la ingle enroñecida.
Mas no lo digas nunca. O estarás obligada
a quedarte esperando ante la puerta
por si saliera el agua tintada de carmín.



 Rafael Fombellida

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