viernes, 25 de enero de 2013

WEEP NOT FOR ME, O LOVE…







Moriré a media tarde. Cuando toda
la lógica del mundo se mude en metafísica
y los carros de niebla preparen su atavío.
Moriré cuando nadie esté conmigo.
Unos pocos vehículos, detrás de la cortina,
como peces silentes harán comba
lo mismo que la aguja de un pick-up
sobre el mojado asfalto. Moriré
cuerdamente, sin santiguarme. Solo
se alejará este cuerpo como un leve sonido
y vivir no será más que ese instante
cuya esencia es dejar de ser en mí.
Desplegarán amantes sus campanas pluviales
debajo del neón de algún hotel
y un grumo de saliva hará distinto
el paralelo junto de sus labios.
Y el volcán de un limón estallará
sobre el encaje de las niñas rubias,
y volverá a caer en la desnuda escápula
un puñado de sal deslumbradora.        
            Moriré a media tarde, sin notarlo
y sin verme morir. Y tú estarás buscándome
en las cantinas y en los lazaretos
arruinada de lluvia, agotada de andar.
Y tú estarás buscando la llave de mi puerta,
la ingle de los ángeles, una copa labrada.
Cuanto había prometido y ya no podré darte,
cuanto yo te debía y nadie saldará.
Me moriré tranquilo, invisible, a media tarde.
Descalzo por la arena de la hora
que no ha de rebasarse nunca más.
Y me iré despoblando, tercamente rendido,
aquilatado en forma, misérrimo de fe.
Con oídos atentos al rodar de los autos,
la onda funeral que me abrirá camino.



Rafael Fombellida

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