La cursiva es mía, el subrayado también.
Como una novia en el día de su boda,
como un globo que en un rincón petardea al final de una fiesta.
Soy el grito de Munch frente al espejo multiplicado
con las manos penetradas en la edad de la locura.
No soy ese, soy el otro:
El que agarra la teta en la foto.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Ocupo la portada de los periódicos, pero no digo nada.
“Hola a todos: soy el solitario, que acaba de atracar otro banco.”
Sirvo, pero no me sirvo. Me embebo en zapatillas de noche
con muñequitos divertidos.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Les llevo los títulos más sólidos: dos inmigrantes en una caja,
la puta del barrio, la calle hecha una mierda, compresas manchadas por el suelo,
conejos oreándose colgados en las alambradas.
La cursiva es mía, el subrayado también.
Ya no me levanto de la cama cuando lloran.
Los oigo en medio de la noche, me abro paso entre ellos a patadas.
Y es que la cursiva es mía, pero el subrayado también.
Francisco Javier Sanz
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