Créeme
solo aspiro a estar en paz,
con esa paz chiquita de las cosas sencillas,
la piedra en el arroyo,
un campo, sí, las colinas de trigo,
la lúcida mirada del anciano.
Sólo aspiro a estar tranquila,
en tus manos, por ejemplo.
Pero entonces qué ruido el mundo
y sus cóleras
cómo se clava el llanto del niño
y su hambre,
y el bocado en la esperanza
de los sentenciados.
Y qué hago amasando palabras
si es el pan y la fruta, y esta ternura
frenética que a veces siento
y camina extraviada por la casa
rebotando en las paredes como un eco.
Dónde pongo este minúsculo gramo,
este trocito de justicia que grita dentro,
dónde pongo el amor, amado mío,
dónde estos ojos cansados
que te miran suplicando como un perro
que enciendas la música
para que abarque al mundo.
Martina Brisac
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