Hay hombres que amordazan la jauría en noches como esta
se ve la luz de sus apartamentos
como una cuenta atrás
durante muchos años
apagarse, encenderse, volver a empezar
según un ritual de tiempo
de sombría decrepitud urdida
sombrío lamento de sus atardeceres.
Tal vez
imaginéis
una algarabía pretenciosa
en su acto de silencioso autorretrato
quizás es que todavía no habéis sentido el ahogo
de la falta de todos los horizontes
el sucesivo martilleo de la pérdida
que ellos no ocultan
bajo la capa del amor superficial
de fechas- acontecimiento
o exaltaciones predecibles
de todas y cada una de sus miserias.
Quién sabe si seréis vosotros
ese mismo hombre
sentado en su cubículo
dilapidando las horas
concentrado en provocar la magia
para superar las rémoras
desprenderse de lampreas
expulsar hasta el último parásito
para que las alas puedan extenderse sin sorpresas.
Quién sabe si nos quedará un segundo
para hacer esta reflexión
cuando el telón de la suerte se desprenda
veamos los rostros homicidio
formar parte de nuestra extensa familia
mordamos la mano que golpea nuestra crisis
luchemos por un último aliento
para que otro luche y muera
más allá de nosotros
llevándonos consigo.
Ferran Garrigues
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