Cantamos y maldecimos los días de hambre,
de hambre y de Nocilla,
teniéndolo todo y no teniendo nada.
Cantamos creyendo en el paraíso
de una playa desierta con palmera inclinada,
el olor salado y el sonido de las olas,
cabalgando.
Testimoniamos los hechos.
Y quizá, algún día, sepamos por qué las colas son largas
en el Corte Inlgés, - una vez que hemos comprado ya
el papel higiénico, el arroz y los huevos -,
en la agencia de viajes.
Un billete, por favor.
Un billete para ir a algún sitio,
no importa dónde, lejos del barrio.
Cuando cantemos creyendo que el paraíso existe,
que de verdad hay una playa
y una isla desierta
y un cocotero
y una palmera,
cuando cantemos, por fin, convencidos
de que el paraíso existe,
los dioses serán menos,
ya no tendremos tantos sueños.
Sara Herrera Peralta
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