No conozco el olor de la muerte
pero ebrio me hallé
tantos días
del verano de la vida,
que por los suspiros que escapan
por cada uno de mis poros
puedes verme.
Desnudo.
Frágil.
Como soy.
En pie erguido
para anunciarte
que abdico en la droga más dañina,
la de echarte de menos.
Que el escalofrío me posee
al notar como agujas en mi piel,
el vacío en tu lado de la cama.
Que ahora mismo
eres el cordón umbilical
que me une a la vida.
José Liñán
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