lunes, 11 de julio de 2016

El día que murió Sergio Algora



El día que murió Sergio Algora

fue un correo de Emilio

el que vino con alevosía

a disfrazar de cerveza sin alcohol

las horas siguientes.

Por aquel entonces

me hallaba yo

enfrascado con la negligencia del iluso,

en escoger mis mejores galas

para jugar un partido de Champions

sin saber que íbamos a terminar siendo

un trofeo de verano.

Ya sabéis,

no hay flor más marchita

que un mes de septiembre

sin un polvo que contar a los amigos.

El día que murió Sergio Algora

un soplo de aire vino a decirme

que tarde o temprano

todo te termina alcanzando.

Que lo frágil es.

Que lo infinito nunca será.

Que somos frío

en los aledaños del verano

y calor

en el bostezo del invierno.

Reloj desacompasado

de nuestros propios latidos.

El día que murió Sergio Algora

recordé una noche

en el Fantasma de los Ojos Azules

donde un desliz vino a sumarse

a todos los deslices.

A grabar a fuego en la piel

que el orden de los factores

no altera el producto.

El día que murió Sergio Algora

tuve ya todas las cartas sobre la mesa.

La certeza gélida y en barra libre

de que estaba mucho más cerca que lejos.

Mucho más obtuso y menos cuerdo.

Y de que lo realmente importante

es que hoy estamos.


José Liñán



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