Trazando líneas
que cruzaban desde el Raval
hasta el Gótico.
En una carrera prodigiosa
que terminaba siempre tarde.
Así nos encontraba el sol,
como un remate a gol
al palo largo.
Allí donde los porteros
solo encuentran miseria.
Desbordados
por esa finta sin balón
que es Barcelona,
nos hallamos
unos años más viejos.
En los bolsillos de nuestra memoria
se acumulan intactos
los garitos que nos han ido cerrando.
Aquellos en los cuales para entrar
solo nos pedían talento.
A cambio,
despachos de abogados
e hipotecas.
Y a manos llenas
la crudeza de saber
que no hay cementerio más tirano
que aquel donde yacen
los besos que nunca dimos.
José Liñán
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