La tristeza devasta la memoria
en lo más irredento de mí mismo,
y siento la erosión de los recuerdos
de la ultrajada voz desaforada,
de todas las vivencias compartidas
y de algún sueño roto puesto en fuga.
Agita remolinos en las aguas
donde el tiempo se pasa como espuma,
reinventa la tragedia, la transcribe
y aviva las inertes tradiciones
con otro testimonio de sí misma.
Pero no, no me vale su palabra,
su inexacta verdad, su veredicto,
mi apócrifa verdad, es solo mía
como mía es la voz con la que nombro
el impaciente transito del tiempo
o el desorden banal de lo vivido.
Aparece en la noche como sombra
en la vidriosa curva del insomnio,
letárgica memoria desvelada
cómplice de sí misma contra el miedo,
defenderé el recuerdo que me queda
temblando entre sus dedos gangrenados.
Marcelino Sáez García
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